15 marzo 2009

Los Nuevos Colosos

En estos tiempos, todo parece resumirse a la búsqueda de la proeza técnica que maraville al mundo. Las grandes potencias económicas, traducidas en conglomerados financieros sin nacionalidad ni ansías de progreso, intentan transformar las grandes urbes, en escenarios de sus manifestaciones de abundancia. Es por ello, que no debe sorprendernos encontrar en cada ciudad, una nueva demostración de su poder faraónico. Se superan así en grandilocuencia, en gestos desmesurados y en exhibiciones de su capacidad técnica, que es sólo otra forma de decir: hegemonía financiera. Cabe preguntarse, entonces, ¿quiénes son los constructores de estas maravillas?



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Cabe preguntarse, entonces, ¿quiénes son los constructores de estas maravillas?Naturalmente, arquitectos, ingenieros y expertos de todas partes acuden a la cita. La posibilidad, prácticamente desconocida hasta hace un tiempo, de construir sin limitaciones técnicas, económicas o territoriales, es un llamado difícil de resistir. Antiguas ciudades transforman su existencia para convertirse en anfitriones de los nuevos Colosos. Y nuevas ciudades, nacen para albergarlos en toda su plenitud.
No es sólo una exhibición, es una nueva forma de divulgación. Nuevas y antiguas herramientas son reformadas diariamente para poder soportar las exigencias de estas construcciones. Se cree ingenuamente, que dichas herramientas, son las artífices del cambio productivo. Sin embargo, es una simple sincronicidad de tiempos y estructuras de pensamiento. Yendo un paso más allá, los procesos de diseño se divulgan como los reales prodigios, mientras que la obra construida se intenta disfrazar bajo la sutil apariencia de la causalidad. Y lo que es peor, pautas que hasta hace poco se creían esenciales e inherentes de la arquitectura, se expresan como finalidades últimas. Mientras que los verdaderos objetivos quedan soslayados, y completamente ignorados.

La hegemonía de la técnica.
Es tiempo de construir un Coloso. Las necesidades primarias están cubiertas: financiamiento, ejércitos de técnicos, expertos y peritos dispuestos a avasallar al imaginario colectivo. Pero urge un aura de santidad que avale tan extraordinaria empresa. ¡Enhorabuena! Se precisa un arquitecto.

Ahora se está en condiciones de encaminar la técnica hacia buen futuro. Sin embargo, el verdadero problema se encuentra en el enunciado mismo. No ha sido el autor, quien optó por sus herramientas, ellas lo han elegido a él. Caprichos de toda índole serán venerados como finalidades, proezas sin precedentes se convertirán en objetivos y bravuconadas enceguecedoras serán nuestra devoción. ¿Cuál es el precio a pagar? El absurdo. Una horda de rascacielos sin propósito, ciudades enteras proyectadas no en función de sus habitantes, ni en función de ellas mismas. El único objetivo será sobresalir, convertirse en la nueva Babilonia. El debate actual en la arquitectura es el no debatir. La palabra única: ¡Colosal!
No es una cuestión de tamaño, ni de presupuesto. Han existido en todos los tiempos obras de envergadura asfixiante y presupuesto ilimitado extendiendo su construcción durante centurias. No es este el meollo de la cuestión.

El problema radica en que el Coloso se auto justifica. Y que es, por cierto, sustentable en si mismo. Embebido en un autismo irracional, los nuevos Colosos viven sus vidas autárquicas, libres de culpas, en su propio paraíso. Un paraíso que han construido para si mismos, bajo premisas que ellos han elevado al nivel primordial de existencia. Este es el conflicto, la autosatisfacción y la vanidad.
¿Olvidan, acaso, que el paraíso es un concepto superador, y no un lugar de residencia? No lo olvidan, esa es la tragedia: su superación es la técnica y no la
Idea.

Tiempos de crisis
En tiempos de crisis, todo cae bajo inspección. Todas las ideas se ponen a prueba, y todas las verdades se cuestionan. Sin embargo, un verdadero Coloso se encuentra en un espacio, afortunado él, libre de cuestionamientos. ¿Cómo cuestionar a quien impone sus propias reglas? Su proceso de diseño avasalló certezas de tiempos anteriores, su técnica es insuperable, su imagen es innovadora, y fue creada por un gran autor (¡un verdadero artista!). ¿Quién se atreverá a poner en tela de juicio su valor? ¿La ciudad antigua que mira desde abajo, con sus formas acartonadas la nuevas formas foráneas? ¿Las técnicas milenarias, osarán juzgar a los nuevos materiales apátridas? El único y real enemigo de un Coloso es su verdad propia. Aquello que nace como una finalidad última, insuperable, con el único objetivo de maravillar a la totalidad con su individualidad; sólo puede temer al enemigo visible: ¡al Coloso superador!
Aún cuando la sociedad entera cae en crisis, y se juzga a si misma (aún haciéndolo con herramientas y teorías que ella misma creía haber derrotado previamente), el Coloso nada tiene que temer. Pues, se haya por fuera de la sociedad. Recordemos, se encuentra en el paraíso. De hecho, en estos tiempos de vacío: donde el optimista cree ver una oportunidad (aunque nunca supere su propio paradigma), y el pesimista ve todo perdido; el Coloso se puede sentir a sus anchas: existirá durante más tiempo. Hasta el nacimiento del Coloso superador.

El fin de los Colosos
Sin embargo, llegará un día donde los Colosos desaparecerán del imaginario colectivo, para caer finalmente en desgracia. Ese será el día en que se eclipsen sus productores. Ese día, aún intangible para nosotros, el paraíso renacerá de sus cenizas, para alzarse nuevamente como un concepto superador. En los tiempos donde las utopías creen haberse alcanzado, la humanidad retrocede sobre sus pasos de la peor manera posible: sin creerlo factible, bajo la suposición del progreso absoluto. Y donde las crisis son imaginarias, y sólo son un reordenamiento dirigencial, no hay lugar para el cuestionamiento de verdades. Donde la técnica y la vanidad reinan, y las ideas son olvidadas: no puede existir futuro. Y donde no hay futuro, no puede haber arquitectura.


¡Toda poderosa ansia de futuro, es arquitectura en gestación. (…) entonces existirá solo arte, y este arte irradiará desde todos los rincones. Sólo esto da una medida de las cosas, distingue rigurosamente lo sagrado de lo profano, lo grande de lo mezquino, y presta a las cosas cotidianas un poco de su resplandor¨ [1]



Teodoro Tenenbaum. 2009




[1] Bruno Taut, El nuevo pensamiento en arquitectura, para la Arbeisrat fur Kunst 1919



1 comentario:

Anónimo dijo...

...Relamente muy muy interesante el post, bah excelente, a media q iba leyendo me resultaba entretenido y muy reflexivo y obvmente critico de la situacion actual....

gbrl

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